El comienzo de la transformación del creyente
Hace un tiempo VI una imagen en las redes sociales con este mensaje: “Todo triunfo
comienza por un cambio de actitud”. La imagen reflejaba una mariposa, y con toda
intención. ¿Alguna vez has considerado el proceso que atraviesa este precioso insecto?
Tiene cuatro etapas y, aunque no tenemos tiempo aquí para analizarlo completamente, de
seguro has escuchado el término que describe e, Todos sabemos el proceso que sufre la
oruga para llegar a ser una linda mariposa: metamorfosis.
Es una palabra que viene del griego y significa “cambio, transformación”.
Precisamente la misma palabra, pero en forma verbal, que aparece en Romanos 12:2:
“Y no se adapten a este mundo, sino transfórmense mediante la renovación de su
mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y
perfecto”.
Renovados por medio del Espíritu Santo
Esta metamorfosis, al igual que en el caso de la mariposa, llevará un proceso que será
diferente para cada persona. Y, como resultado, veremos un cambio en nuestra actitud.
Como ala oruga, a nosotros también nos tocará “mudar la piel”:
*“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado
conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad”, Efesios 4:22-24
RV60.
(Venimos de una Cultura en contra posicion a la cultura del Reino).
*Aquí hay tres verbos en forma imperativa, es decir, un mandato. El primero es
“despojaos”: desháganse, eliminen. ¿Qué es lo que Pablo nos manda a eliminar? La
antigua manera de vivir, la naturaleza anterior… ¡porque no tiene cabida en la nueva
vida que Cristo nos ha dado! Sabemos que, si en un saco de papas dejamos una papa
podrida, el resto también se echará a perder. ¡Es necesario sacar la papa que está mala! Y
nosotros tenemos que arrancar todo lo malo de nuestra vida anterior, pero ¿cómo? ¿Cómo
nos deshacemos de algo que forma parte de nuestra esencia, esa naturaleza con la que
vinimos a este mundo? ¿Será acaso posible?
El Espíritu Santo no es una “fuerza”, sino que es una persona que ahora vive de
modo sobrenatural en cada creyente.
La Nueva Traducción Viviente nos aclara un poco más la intención del versículo: “En
cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes” (Ef4:23,
NTV).
Para que nuestra mente se renueve, y por ende nuestros pensamientos y actitudes que
luego producirán decisiones, necesitamos dejar que el Espíritu de Dios se haga cargo. No
podemos hacerlo por nuestra cuenta. ¡Eso es imposible! El ser humano no puede salvarse
ni cambiarse a sí mismo. Podemos engañarnos por un tiempo, podemos pretender, fingir,
adoptar nuevas filosofías, pero el ADN corrupto en algún momento asomará la cabeza.
Para que ocurra un cambio en la mente y en el corazón, se necesita intervención
divina.
El Espíritu Santo no es una “fuerza”, sino que es una persona que ahora vive de
modo sobrenatural en cada creyente, con una función muy clara. Y parte de esa
función es renovar nuestros pensamientos y actitudes.
Pensando conforme a la Palabra- ¿Porque estoy hablando de esto? es porque hay
que hacer Cultura de vida conformados al Reino.
Ahora bien, si una actitud es el resultado de un pensamiento repetido, tenemos que
reemplazar los pensamientos que han dominado nuestra mente durante años por
otros que puedan producir nuevas actitudes y decisiones.
A veces creemos que, al decirle sí a Jesús para que sea el Señor de nuestra vida, todo
cambiará mágicamente, sin que nosotros tengamos que hacer nada. Lamento decirte que,
aunque yo también quisiera que así fuera, no lo es. A pesar de que el Espíritu Santo viene a
vivir dentro de nosotros, es un trabajo en equipo.
Veamos lo que dice 2 Corintios 10:5 en la Nueva Versión Internacional: “Destruimos
argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios, y llevamos cautivo
todo pensamiento para que se someta a Cristo”.
¿Te das cuenta? Es un verbo en primera persona, nosotros llevamos cautivo todo
pensamiento a Cristo. Pero ¿qué quiere decir “llevar un pensamiento cautivo”? ¿Cómo se
hace? Es tomar nuestra mente de la mano y decirle por dónde ir. Tengo que entrenar mi
mente a pensar en conformidad con la Palabra de Dios.
Tenemos que entrenar nuestras mentes a pensar en conformidad con la Palabra de
Dios.
¿Se corresponden con ella mis pensamientos o se contraponen? Por ejemplo, si mi
tendencia natural es preocuparme, ¿qué dice la Biblia de la preocupación? Si mi tendencia
natural es criticar a otros, ¿qué me enseña Dios con respecto a juzgar? Si mi lucha es el
temor constante, ¿qué dice la Palabra con relación a una actitud de temor? Esa es la única
manera de llevar los pensamientos cautivos a Cristo, pero es un acto de la voluntad. Tengo
que decirle a mi cerebro: “Estás yendo por un rumbo equivocado. No estás alineado con lo
que Dios dice y, por lo tanto, tengo que enderezarte para que recuperes el rumbo
correcto”.
Esto es así, literalmente. Nuestra mente (nuestras neuronas) se acostumbra a ciertos
caminos y, cada vez que pensamos en algo, que ya hemos pensado antes, toma ese mismo
camino. Ahora que estamos en Cristo y queremos actuar de manera diferente porque
queremos vivir en la plenitud de vida que Él nos ofrece, tenemos que crear caminos
diferentes en nuestro cerebro.
Mentes transformadas- CULTURA DE VIDA.
En la Biblia se nos invita a concentrarnos en cosas diferentes, a renovar la mente con cosas
que dan vida y que, por supuesto, agradan a Dios. Nuestra mente necesita riendas; de lo
contrario, querrá andar sola y llevarnos por caminos muchas veces confusos,
distorsionados, contrarios a todo lo que Dios quiere para nosotros y nos enseña en su
Palabra. Pero eso no lo puede hacer nadie más. Nos toca a ti y a mí. Es parte de la libre
voluntad que Dios nos dio decidir en qué vamos a pensar.
Si decido dejar que Dios renueve mi mente, podré revestirme con la nueva naturaleza,
que es el tercer verbo en el pasaje de Efesios que mencionamos antes, y estaré lista
para que en mi vida ocurra la transformación.
- La Biblia nos enseña que, ahora que somos hijos de
Dios, ¡tenemos la mente de
Cristo (1 Co. 2:16)!
- Así que no es una misión imposible lo que estamos
considerando.
- ¡Sí podemos tener mentes transformadas, sí podemos
pensar de otra manera,
nuestras actitudes sí pueden cambiar y, por tanto, decidir de manera diferente!